lunes, 25 de diciembre de 2006

Jardín de astucias..


Jardín de astucias de mi sueño


“Si quieres recordarlo
no sirve el recordar.
Sólo vale vivir hacia ese donde,
queriéndolo, buscándolo.”
P. Salinas


En ti me viví y no sé deshacerme porque
- Prodigio- en ti completaron vínculos serenos
Silencios en clave sonora

Timbres empobrecidos que libré
En esa noche- y todas las demás-
de tu Memoria
gránulo a gránulo- cribando pautas fábulas
gestos…

Y salí hacia la nueva Vida
de la que el mundo es pretexto
Como helando suspiros por no hilar tu misterio
Y fui sorteada por amores ajenos

Escondida de tu noble fantasía
(Creerme, tu falso secreto)
En ti firmé verdades endebles
-juicios voces luegos-
sólo porque tu constancia alegraba mis
sentidos…

Hacia
una fugaz ironía se desvió la mirada
de espera de aquella historia
Y luces- cúmulos de ternura incierta-
que nunca más presentirán
cancela risa despedida final

En ti fingí rescoldos de dulzura
Y ahora ya no sé posponer a esta
pausa de recelos
posos de amargura…

En ti corrompí
frases de
te quiero…todavía…
con trampas de apatía…


En ti me vi envuelta como una espiral
Que nunca conoce el principio
…pero sabe adónde va…


…Y volví hacia la escapatoria
de la Vida que conocí antes
de darte pábulo
como herrando sonrisas para
sublimar al miedo…

viernes, 22 de diciembre de 2006

Artículo "El arrebato de Elena..." publicado en el Ideal el 22-12-06

EL ARREBATO DE ELENA M. VIVALDI
CARMEN PÁRAMO
Reflejada por la palpable realidad,/ Abatida por la imagen barrida por el olvido/ Todo el amor hasta la repulsa/ y una elegancia a la que no responde el espejo…/ Ceñida a una soledad, un estigma,/ al trasluz de su mirada,/ en ese perfil de angustias que dibuja/ su abnegada fantasía…/

/Tantas búsquedas estériles que se alargaban,/ que no pudo ignorar en la lluvia refulgente,/ el rubor de las nubes aletargadas/ de la ciudad de rencores lejanos…/ Como una ola que ignora dónde romperá,/ con una transparencia que irradia emoción,/ vuelve a su breve desencuentro/ Como un cantábile en su suave melodía,/ y a esa mirada que se volvió hacia ella sin motivo…/
Surcando con coraje su auténtica soledad/ Entre la brillante noche de bramidos…/

CARMEN O. PÁRAMO





Realcanzar el amor. Ella libra una batalla desde aquel final triste, enmarcado bajo el cielo oscurecido de la ciudad, que a nada se asemejaba. A nada de lo que ella hubiera podido concebir desde la inocencia pretérita que la habría situado en el mundo. Abierta ignorancia del tiempo perdido que ella localiza en un muro abierto al paraíso.

Su voluntad está, ahora, detenida, no obstante el recuerdo. La memoria no hilvana esta evidencia del desvarío al que es conducida por un deseo que la maniata, la envuelve, la subyuga hasta el límite.

La desesperanza embravecida de las olas sonámbulas, una y otra vez, gira en el pensamiento. Y ella deja de existir, entonces. Abandonada a noticias que entretejen la realidad y la fantasía, ella permanece ausente en lo alto de la escollera del olvido.

¿Qué podría hacer al saber la verdad sobre ella misma? ¿Volver al pasado tras de aquella imagen que ya nunca le pertenecería? Exilio demasiado largo de sus manos enlazadas en un instante abocado a la muerte. Oh, la muerte horrible, más allá de la belleza de los funerales. Vieja canción de Ronsard en labios nacidos para ser besados. Los de ella, la mujer mitad verdad, mitad mentira, por tan extraño destino.

Pero ya no puede decirlo. Imposible traspasar el orgullo tenaz del silencio, esa hostilidad de su despecho, publicado a los cuatro vientos, y adornado de amarillos, otrora. No. En el pánico de esta noche altísima, experimenta la fiereza con la que su soledad ha ido cerrando los goznes de sus palabras. ¡Sus palabras! Heroína fue al declamar pasión tan encendida. ¿Dónde depositó la fe, sino en los acentos que darían forma al peligro supremo de querer amar- y ser amada, por tanto? Con simplicidad cómica, ella, baquiana diminuta del corazón, fardo de esperanza, en mano…Sí, sólo ella, habría tenido la osadía de derramar la propia sangre por las calles virtuosas de la ciudad provinciana…¿Acaso no fue vista, así, descarnada, belleza salvaje por fuera del aire enrarecido de las tardes, contra todo y todos? ¿No, aquella melancolía que fingía desengaños, mientras blandía la espada afilada de una venganza reclamada al mismísimo Dios? ¿No, la extrema pobreza de una mirada, única por tanta traición como habría sufrido el alma que la sustentaba? Sí, ella fue vista en la escena precisa del abandono. Precisamente triste. Fueron sus palabras las que la delataron, descorriendo el telón de los secretos. Secretos o locura, ella lo dijo.

Con las manos vacías y en los ojos ausencias, quiso decir lo que en lunas, tantas y tantas noches escondido, oculto estuvo entre tinieblas, nubes densas, desdibujadas.

Todo lo que en el espejo turbio de la lluvia está, sangrante, reflejado y que nadie entiende. Detritus de la aventura de amar como pieza restante del enredo en el que ella, Elena M. Vivaldi, ha devenido. ¿Locura? Pero tiene razón. Malhadada su suerte. Giró la
Rueda en contra de la audacia, tramada en cauces del amarillo.

Rota entre la cortina de agua, negada, allí donde el camino se acaba, como sombra de una innegable verdad- ésa de que sólo hay oscuras verdades de mentiras- queda la ilusión primera. La única inocencia, que es la de amar, cáscara o ánfora quebrada, embestida por un mar de angustia. Y la mirada, entonces, desbaratada, se reclina, cercana al corazón, como sobrehumana esperanza, aún.

¿Cómo puede presentir aurora en la desolada noche? ¿Por qué, obstinada, transida en anhelo de luz, espera de nuevo una nueva soledad? ¿Qué, sino soledad, es la misma claridad que adivina en el crepúsculo? ¿De dónde arriba esta melodía- luz mentida- que la inunda frente al cristal, frío de caricias, copia de su vida? ¿De dónde, sino de la propia vida, oasis de ilusión, fiel espejismo?

Ella, que ha subido los escalones de la muerte, espera, revivida, que otro deseo renazca. Que un sentimiento desnude la corteza de un olvido. Que del yermo callar y el desierto mane una fuente. Y así se muestra, serena sus lágrimas corriendo, oyendo caer las gotas lentas de eternidad en el alma. Sola, cromada luna tras el cristal, ella, rendida ante esa claridad inhóspita…Un exilio demasiado largo, palabras, que, sonámbulas, resonaban…tramas traslúcidas que sondaba…

Se da a ver. Ella, en el mundo inútil que no pudo revertir con su áspero sueño.

La dama de la tristeza de los noes, repitiendo con agonía epopeyas de fiebre, se mira y se deja ver.

¿Qué don es esta poesía que emana de su imagen? ¿Qué despierta en el otro? ¿Hastío? ¿Cansancio? Su pulso enamorado, ¿quién lo siente? ¿Por qué este sobrecogimiento del cuerpo no habría de fundir el hielo, recobrar el suavísimo rosa de aquella primavera en la que ella se habría sentido consumida de amor? ¿Qué cruel indiferencia, asimismo renacida, ahondaría la herida?... ¡Qué cruel indiferencia, si es que nada le importa al mundo!

Delicada, humilde tacto de ternura exquisita, su mano, desbaratando sombras de su frente. Perdiendo la vida, así, sin más. ¿Y nadie clamará- voz o grito? ¿Nadie desnudará la carne del tiempo tiempo? ¿Nadie le dirá que no es tarde? No. Nadie. Nadie acabará con el silencio, el dolor, la inquietud, el miedo, las sombras, la oscura noche.

Lo que el llanto de Elena M. Vivaldi no dice, nadie lo entiende.

Queda la querencia derruida. El amor sin nombre. La noche abre sus puertas hacia el mar del espejo.

Entonces, ella, soberbia de sangre y realidad, en la sinrazón de un abril enajenado, reverdecida, ¡Ay si fuera verdad!, traza la primera nostalgia con nueva palabra del corazón. Con la brida de su deseo, culmina un día radiante sin duelos ni esperanzas.

Ella busca la voz de plata, de agua y de seda, en el eco mudo del reflejo, idéntico a su ser. Voz que no es sino un silencio de ausencias. Voz de una creciente luna en un ancho mar sin orillas, en los pliegues herméticos de nubes últimas. Voz realcanzada de amor.

Perforando el silencio, ella se acerca a la voz que le habla y le responde…



jueves, 21 de diciembre de 2006

El arrebato de "La mujer de los lobos"


La mujer de los lobos
(C. Páramo)


Esperando en el mar el grito de las olas

parezco la sonámbula

en la cuerda floja del amor que pasa


luchando con preguntas ante esa línea

taquígrafo de rescoldos de estrellas, qué agonía

sentí

y en la noche, al buscar un minuto de mi amor

junto al mar,



¿vuelves?, es esta caricia del salitre como un beso

inesperado,

¿sentí miedo?, o me dijeron las vivísimas olas

que estabas muerto,


¡muerto!, la palabra informe del vuelo hacia tu esfera,

perdida,

como una señal oscura sobre las aguas negras,

como un deseo sobre otro en la misma franja del cielo



Mordían los labios la ansiedad, pero los ojos

ellos

se habían quedado en la intuición de los instantes

y se dormían,

porque el sueño es seguir hacia delante,

hacia ti

de una forma que tiene angustia en cada letra,

y es ese silencio frente al mar,

el mar del gran teatro del mundo donde tú no apareces



martes, 12 de diciembre de 2006

El arrebato de Elena.M.Vivaldi

Entender el puzzle que nos dejó Elena...

NOCTURNO 8

Ahora,
y antes de que llegue la mañana,
de que el alba descubra el horizonte,
inundando tinieblas, anchos mares,
antes que hacia la tierra se derrame
luz esplendente, llama de osadía,
iluminando el mundo con resplandor de aurora;
antes, ahora, adentro de la noche,
sumergida en sus aguas,
oyendo lluvia y llanto,
voces antiguas, pasos que se pierden,
por oscuros rincones, pastos de la memoria,
ahora que es de noche,
porque es de noche,
quiero decir lo que secreto, en lunas,
tantas y tantas noches escondido,
oculto estuvo entre tinieblas, nubes
densas, desdibujadas,
cambiante su figura, transtornado su rostro,
haciéndose presente en su enigma entreabierto.
Y ahora que es de noche,
porque es de noche,
puedo contar los mudos soliloquios,
apagados murmullos,
reflejos de un asombro,
del alma estremecida,
arrebatada, presa en ese silencio
con la esperanza de escuchar el ritmo,
los giros de una tierra deslunada,
tembloroso el misterio.

Ahora que es de noche,
oigo esa inmensa, muda lejanía
de unos años que fueron, que decían
la canción de la dicha y la esperanza.

Elena M.Vivaldi


ESPEJO

Ahora, es tarde para hilvanar esa evidencia
Sola, cromada luna tras el cristal
Ella, rendida ante esa claridad inhóspita…
Un exilio demasiado largo,
palabras, que, sonámbulas, resonaban,
tramas translúcidas que sondaba…

El cuerpo difundido en la oscuridad,
desazón al advenir la indiferencia,
y los retazos de querencia derruida…
Sí, ahora es tarde para altos anhelos,
(sólo rescoldos y cenizas),
consignados a un después que no existe.

Reflejada por la palpable realidad,
Abatida por la imagen barrida por el olvido
Todo el amor hasta la repulsa
y una elegancia a la que no responde el espejo…

Ceñida a una soledad, un estigma,
al trasluz de su mirada,
en ese perfil de angustias que dibuja
su abnegada fantasía…

En los pliegues herméticos de nubes últimas,
ella transita,
esperando la claridad de la sinrazón lunática
Su constancia, que golpea la importuna nostalgia
como arena en la memoria
(Esperando, en armonía, luz y música…)

Era obvio para el corazón,
para los ojos privados de ilusiones...
... pero quedó su alma rezagada
por el goce mudo de parar su tiempo.
Con la brida de su deseo,
en lo veraz de sus palabras,
culmina un día radiante sin duelos ni esperanzas,
y contesta a la noche con vanas añoranzas…
Una vez más, en silencio repite con agonía
la impotencia de su suerte anónima
en su rumbo detenido
y el mundo inútil que no puede revertir con su áspero sueño

Tantas búsquedas estériles que se alargaban,
que no pudo ignorar en la sobria lluvia refulgente,
el rubor de las nubes aletargadas
de la ciudad de rencores lejanos…

Como una ola que ignora dónde romperá,
con una transparencia que irradia emoción,
vuelve a su breve desencuentro
Como un cantábile en una suave melodía,
y a esa mirada que se volvió hacia ella sin motivo…

Surcando con coraje su auténtica soledad
Entre la brillante noche de bramidos…

Carmen O. Páramo



martes, 5 de diciembre de 2006

Blanche Dubois



"Cuánto hace que ningún corazón fue dulce
con el mío...
El mundo se enfrió, palideció el hombre.
- Ven, reza conmigo- pues Dios me consuela.
¿Dónde mora el hálito que se apartó de mi vida?
Vago sin patria junto a los animales salvajes
Soñando a través de pálidos tiempos- te amé..."
Else Lasker- "Mi piano azul y otros poemas"

domingo, 3 de diciembre de 2006

El labio a la esperanza desterrado...Jezabel...

"Buscadme en el dolor, si la segura
estrecha senda, norma de mi vida,
encrucijada fue y en la florida
perdióse vuestro pie que me procura.


Seguid- lámpara y sol- hacia la oscura
morada- sombra y gris- estremecida;
fondo de un mar, arena conmovida,
nostálgico y ausente de la albura.

Allí estaré. Mi pulso enamorado,
universal la voz, vuestros oídos
avisará constante, desangrado.

Y yo seré, medida por el llanto,
idéntica a mi ser y a los dolidos
paisajes desvelados en mi canto"

Soneto de la oscura morada, Elena M.V.

Grandes esperanzas...



"Conozco a Lol V. Stein a través del único medio del que dispongo: el amor. En razón de ese conocimiento he llegado a creer lo siguiente: de los múltiples aspectos del baile de T. Beach, es el final el que más retiene a Lol. (...) Ve cada vez con más precisión, con más claridad lo que desea ver. Lo que reconstruye es el fin del mundo."


¿Y quién es ella? Una mujer, que perdió aquella palabra, y dejó telarañas en el alma desde entonces, la palabra que contuvo el "secreto de su voz". La que espera eternamente en su evidencia, con verdades preparadas, en "mares de ausencia", dibujando la forma de su regreso. Dedicada al deseo prometido, al "juraste" y "juré", la mujer detenida en su agonía. Un vacío desandado, una negación del olvido, una hora, un dolor tan cruel que le despertó grandes esperanzas. Sí, la intérprete de los silencios, la redentora de sus anhelos, la mujer abnegada a su imposible, a esa angustia que le recuerda el sueño. La que, compulsivamente, se autoengaña y se conforma con verdades a medias. La que "goza" con su delirio de ilusiones resurgidas, en su jardín cerrado al desamor...
"Lograr tu desamor, negar mi vida,
incógnita es del alma, torpe celo
de quien emprende por llegar la huida."
Elena M.V.
















El baile de T. Beach


"Me gusta creer, como creo, que si Lol es silenciosa en la vida es porque ha creído, durante la brevedad de un relámpago, que esa palabra podía existir. Carente de su existencia, calla. Sería una palabra-ausencia, una palabra-agujero, con un agujero cavado en su centro, ese agujero donde se enterrarían todas las demás palabras. No se habría podido pronunciar, pero se habría podido hacerla resonar. Inmensa, sin fin, un gong vacío, habría retenido a los que querían partir, les habría convencido de lo imposible, les habría hecho sordos a cualquier otro vocablo distinto, de una sola vez los habría nombrado, a ellos, al futuro y al instante. Faltando, esa palabra estropea a todas las demás por el hecho de faltar, las contamina, es también el perro muerto en la playa en pleno mediodía, ese agujero de carne. Desprendidas de algunas aventuras paralelas a la de Lol V. Stein, abortadas, pisoteadas y las masacres, ¡oh!, cuántas hay, cuántas historias inacabadas sangrientas a lo largo del horizonte, amontonadas, y, entre ellas, esta palabra, que no existe, está ahí sin embargo: os espera a la vuelta del lenguaje, os desafía, indómita, a levantarla, a hacerla surgir fuera de su reino horadado por todas partes a través del cual fluye el mar, la arena, la eternidad del baile en el cine de Lol V. Stein."