domingo, 19 de septiembre de 2010

Cala

Se acaba el verano... una brisa socava el horizonte. En la orilla las viejas piedras que conocí en la niñez, son las mismas palabras, la misma huella ruda. El sol transpasa los ojos, y la luz un septiembre mortecino, ensombrece de repente el mar. Las olas hablan del olvido que creció en sueños muertos inusitadamente. Y esta herrumbre en el alma insuflada de viento y sal.

Despidiéndote tantas veces, tu desdén pobló mis días de maliciosa ilusión. Y ahora que nadie te espera, quedan vestigios de amor en tus rocas clavadas en mi memoria, en tu cielo cada vez más descolorido, en tus gritos ahogados de gaviotas. Tormentosa siempre, ríes, yo te escucho, brazada a brazada, zarpazos a la soledad. Cómo me llamas al mecerme en tus aguas, en las que hundí mis lágrimas más íntimas, de rebeldía hacia ti.