viernes, 31 de agosto de 2007

Cuentos

Y sin darse cuenta, se abrió paso a sí misma, desde fuera hacia dentro, a la inversa del orden lógico. Captando imágenes de la ciudad pueblerina, de los márgenes entre el horizonte y el mar, trabando fantasías y desgarrando ilusiones. Rodando en sonrisas extrañas, en vagabundas pasiones que no le pertenecían. Así pronto tuvo un jardín de instantes, de pálpitos adormecidos en su memoria.

Ella y el miedo eran una misma cosa. Por eso quizá ensordeció, para él, para el amor díscolo que albergaba poco a poco. Lo observaba desde su urna de silencio, y el cristal por el que observaba se empañaba por el aire que exhalaba su deseo de escuchar la realidad latir. Por eso nunca se enteró del sonido de un fracaso celeste, de una muerte estelar. Hasta que su nombre la atravesó. Y él la llamó entre el ramaje, por colinas y laderas, la llamaba, en esperanza de escucharla sobre el estridente oleaje. Desde que lo vio, murió, su idea se bifurcó en la playa oscurecida de repente. Una parte de esa idea sucumbió sin sentido, y la otra quedó en el abismo de la confusión y el olvido..

Soñó su futuro con fuego quemando su pasado. Y por fin, una mañana, después de mucho llover polvo y tierra del cielo, amaneció raso. Ya no sentía nada y de sus manos eran arrancadas las caricias: sin ternura, su sonrisa revelaba cansancio empobrecido. Tenía que resurgir del fondo del océano al que había caído. Y emprendió un exilio sin retorno.

Pronto todo fueron miradas, miradas eclécticas, incrédulas como la suya. Jugarían a ser insinceros entre sí, a matarse el alma con mentiras con fecha de caducidad, y después un adiós entre líneas y canciones para el insomnio. Eran los magos de la palabra, de las frases hechas para romperse el corazón, los despechados que iban a rechazar ofertas en la gran subasta del amor. Eran artistas frustrados que se contaban anécdotas en los bancos de las avenidas, y coincidían alguna que otra vez en cruentos desengaños, enredados en sus conquistas.

Alguno era algo más especial. Lo conoció después de mucho tiempo. Era innovador y romántico, irradiaba pureza y sensibilidad, era soñador y despierto, vital y nada pragmático. De carácter irritable y de espíritu inquieto y rebelde, podía ser un compañero ideal para sus espacios en blanco, llenos de preguntas sin respuesta. Pero nunca se acompasaban bien, porque ella no podía ser imparcial con él, y siempre acababa escuchándolo sin rebatirle nada. Su complicidad era ficticia y su orgullo chocaba con la frialdad de él. Se sentía algo lacia en el fondo. Tardarían en hacer converger sus vidas paralelas. Soterraban su rivalidad y la soledad impregnó las más noches, cuando pensaba en ello, y con frecuencia se recluía aún más en su aislamiento para no sentir necesidad de nadie. Poco podría cambiar, para hacerla feliz solo le bastaba oír el silencio. Y emerger de él a través del agua. Por eso le gustaba tanto nadar en el mar.

4 comentarios:

Caminante (El chico que camina) dijo...

Que conste que yo también me dejo caer por tu camino...

Mi doblemente paisana... granaína y ciudadfataleña.

Y ya he actualizado mi lista de "Compañeros de viaje"... y ya estás incluida...

:)

sb dijo...

son extrañas esas relaciones basadas en la admiración de uno y los silencios del otro.. extrañas y frágiles como barquichuelas en el mar...

FRAKTAL dijo...

Cautivadora historia que me encanto como siempre.
Llevaba un tiempo sin pasar por tu rincon pero regresare a menudo.

Enhorabuena

Besos

Cierro comillas dijo...

tenemos un amigo en comun,venite a mi blog, hay otra fiesta...eso si trae un regalo.
besos.