Despierta

He roto una y otra vez esta carta. Quizá ésta sea una de esas que debieran ser escombro de la memoria..

Porque quizá no sean las palabras las que he cambiado, sino las palabras las que me han cambiado a mí. Ayer me decía despierta, despierta a la amarga umbría de un camino de pueblo, a su alma de antigua creencia, a su desgastado silencio... Sórdidamente despierta. Pero ahora sé que sólo lo estaba en mi sueño. La laxitud de horas en tu rumbo han dado paso a una armonía extrañamente hueca, a un semi vivir abstraída, sin accidentes ni juegos a la ignorancia... Sin esa droga propagándose lentamente por la grieta de la esperanza. Sin palabras remendadas de hoy no, pero mañana sí, esperando siglos en bocas a la zozobra. El mundo y el mar ya no me harán esclarecer tu ausencia, como cúspides orladas de fuego que creí ver en el cruce de horizontes. Tus pupilas.

Sé que he cosido imágenes, que he sido cineasta de tu amor, que a veces entra un él en mis versos, un fotograma en mis pensamientos. Un él sin nombre propio, que irrumpe en el corazón como un tambor roto... Él y su almanaque de sin sonrisas, sin trampas, de miradas manchadas de ilusión, él y su consumismo de canciones y medias verdades...

Ahora él -o tú- superpone su sombra a la mía, sin hacer ruido, como quien viene de comprar el olvido, como si nunca hubiera existido. Yo no le conozco (ojalá no te hubiera conocido nunca) y sé que mi amabilidad le da miedo a veces, y a mí incluso, porque significa que soy feliz para convencerte. Y no es así, lo soy porque dejé pasar cosas y soy árbol... Mirarte ahora, de lejos y de frente, es ser plenamente feliz. Le da aplomo al dolido acento de mis frases. He aceptado la nulidad como resultado de sumas y restas. Lo que me quité y lo que gané me hace ser neutra. Desvivirme ha sido no extrañarte, renacer de promesas acabadas, irse a pique sueños, barcos, tramas clarioscuras que sondé, aves blancas que quedaron suspendidas sobre nosotros...

Calla, asiente.. porque el amor se quedó embebido entre flores meditabundas, fuentes de piedra de aquel jardín antiguo donde pasaba las horas muertas, en mi columpio del nogal torcido...

Esa fui yo, la de la evidencia, la que supiste cómo y cuándo, la que abrevió lágrimas y suspiros, la que aceptó el no de un por qué. Sólo sé quién fui, (sinsentidos... ) Esta carta no tiene adornos, ni muecas ni respuestas, ni es un intento de nada. Sólo es un viaje a las lagunas del alma..

Pd. Gracias por los que hacéis entendibles las cosas, y dáis un abrazo gratuito en estos tiempos de luces y sombras..